lunes, 4 de abril de 2011

Ocho

La historia de la democracia en nuestro país es ciertamente corta. Sólo ha habido dos periodos propiamente democráticos: la II República y el régimen actual, es decir, un total de poco más de 40 años frente al resto del tiempo histórico, dominado por sistemas absolutistas, liberales pero no democráticos, dictatoriales, etc. Por ello, se puede llegar a pensar que la democracia se reduce a la transición de un régimen dictatorial a otro democrático y a su consolidación, omitiendo una especie de tercera fase, difícil de definir en términos temporales, que sería la de la mejora de su calidad.

Dentro de esta etapa, si es que lo es, uno de los aspectos cruciales a mi modo de ver debería ser el establecimiento de una limitación temporal a los distintos mandatos de los representantes de los ciudadanos. Como es bien sabido en los sistemas presidenciales, como es el caso de los Estados Unidos, el jefe del Estado sólo puede estar en el poder ocho años, mientras que en los sistemas parlamentarios -incluido el nuestro- no hay tales limitaciones. Pero deberían existir, porque paradójicamente los máximos dignatarios de los sistemas presidenciales tienen menos poder que los presidentes del gobierno de los sistemas supuestamente parlamentarios. Y más aún en el nuestro, en el que a lo largo de las últimas décadas se ha producido una clara concentración de poder en los presidentes del gobierno, rodeados además de un aura carismática que los hace casi imprescindibles. Tal vez por ello su salida del gobierno suele ser tan traumática, así como el papel que ejercen como ex presidentes que deja en líneas generales bastante que desear. Es el caso, por ejemplo, de Felipe González quien mostró lo peor de sí mismo entre 1996 y 2000 o el de Aznar que al frente de la FAES se dedica desde su salida del poder a pontificar sobre lo divino y lo humano.

No obstante, Aznar sí que hizo una cosa claramente positiva: limitar voluntariamente su mandato a ocho años, lo que desgraciadamente no fue seguido por el actual presidente del Gobierno de La Rioja, quien, pese a que afirmó que sólo estaría en el cargo un lapso de tiempo parecido a su líder, luego se lo pensó mejor como consecuencia de las presiones de su partido. De ahí que ahora lleve dieciséis años en el cargo y aspire a estar otros cuatro más. Veinte años. Dicho precedente es evidente que influirá en la decisión a tomar por José Luis Rodríguez Zapatero, aparte de lo que sean sus convicciones personales y las encuestas de opinión. Sin embargo, este tipo de decisiones no deberían dejarse en una democracia de calidad al arbitrio de la voluntad personal, sino que deberían estar tasadas legalmente. Lo contrario genera inseguridad entre los ciudadanos soberanos.

Pero, ¿cuál es el trasfondo ideológico del necesario establecimiento de una limitación de los mandatos a todos los niveles y en todos los cargos (presidencia del Gobierno, presidencia de las CCAA, alcaldías, etc.)? Pues, el principio de igualdad política. Según éste todos los ciudadanos soberanos son iguales entre sí, a pesar de que en términos meritocráticos sean dispares unos de otros. Sin embargo, si uno de estos ciudadanos, ungido para un cargo por la voluntad de las urnas, está más allá de un tiempo prudencial (ocho años sería la convención actual) en dicho puesto, ello querría decir que dicho ciudadano vale más que los demás, lo que es antagónico con el precepto que acabamos de mencionar. Además, ello evitaría o al menos paliaría que los citados representantes terminaran convirtiéndose en una especie de "dictadores electos", hecho que a su vez sería antagónico con una democracia de calidad.

En conclusión, nuestra democracia tiene que dar pasos decididos hacia una democracia de calidad, si no queremos que termine agostándose como consecuencia de la ausencia de reformas, pues los lectores han de tener muy presente que la historia no es irreversible y la democracia tampoco.

sábado, 2 de abril de 2011

La decisión de Zapatero

El anuncio hecho hoy por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de que no va a ser el candidato del PSOE en las elecciones generales de 2012 ha sido a mi juicio sumamente positivo y ello por varias razones:

Primeramente, porque contiene al menos dos elementos que refuerzan la calidad democrática de nuestro país, tan necesitada de ello especialmente en ciertos territorios como el nuestro, La Rioja. En efecto, el hecho de que el mandato de Zapatero se vaya a limitar a ocho años indica que al menos en este aspecto se está consolidando dicha calidad democrática, tras el precedente de José María Aznar. Además, y éste sería el segundo elemento, el sucesor de Zapatero no se va a designar a dedo (el "dedazo") como hizo en su momento Aznar con Mariano Rajoy, sino que se va a realizar a través de un proceso de elecciones primarias. Éstas tendrán lugar después de las elecciones autonómicas y locales del 22 de mayo, de forma que los candidatos del PSOE y los ciudadanos podrán centrarse en los problemas reales de las CCAA y de las ciudades y no en falsas polémicas.

En segundo lugar, la decisión de Zapatero desarma la estrategia del Partido Popular de convertir de forma torticera dichas elecciones autonómicas y locales en un plebiscito sobre el propio presidente del Gobierno. Una vez que éste ha anunciado que no va a repetir, dicha consulta de facto ya no tiene sentido.

En tercero, el presidente del Gobierno ha anunciado que va a seguir gobernando y tomando decisiones hasta el año 2012, de forma que la lucha contra la crisis económica y su salida está garantizada en los próximos meses. Y ello a pesar de que los primeros aliados de la "Gran recesión" han sido los dirigentes del PP que han contribuido notablemente a crear un clima de pesimismo en nuestro país.

En cuarto, la reacción del Partido Popular, basada en la aplicación del viejo principio del doble rasero, pone de manifiesto que la decisión de Zapatero les ha hecho daño en términos políticos. El que el PP pida unas elecciones anticipadas no tiene ni pies ni cabeza. ¿Por qué no se las pidieron a Aznar cuando éste nombró a dedo, como hemos dicho más arriba, a Rajoy? Aznar siguió siendo presidente hasta el fatídico 11-14M y es lógico que Zapatero lo siga siendo hasta la finalización de su mandato, pues tiene legitimidad democrática para ello. Si el PP y Rajoy están en desacuerdo con todo lo anterior que presenten una moción de censura y que dejen de amagar.

En suma, Zapatero continúa un camino iniciado ya por Aznar, es decir, el establecimiento de facto de mandatos de ocho años como mucho para los presidentes del Gobierno. Esta medida cualitativa marcará una impronta para futuros jefes del ejecutivo y es de esperar que sea de aplicación, mejor legalmente, a éstos, a los presidentes de las Comunidades Autónomas (entre ellos, el de la Comunidad Autónoma de La Rioja que va para dieciséis años y todavía quiere serlo otros cuatro más: ¡toda una "dictadura electa"!) y a los alcaldes (recuérdese que el alcalde de Logroño, Tomás Santos, ya ha anunciado que, si obtiene el apoyo de los ciudadanos en las próximas elecciones, sólo estará al frente de la alcaldía ocho años). Como hemos dicho en alguna otra ocasión, en un sistema democrático todos los ciudadanos son iguales en términos políticos y los presidentes del Gobierno, de las Comunidades Autónomas y alcaldes también. Nadie es imprescindible, salvo los propios ciudadanos soberanos.